lunes, 11 de julio de 2011

El bostezo de un volcán y el despertar de una comunidad

Érase una vez una historia simple.

En un pueblo chico que se pensaba grande, vivían cientos de duendes sin saberse duendes.
De tanto premio y tanta belleza circundante, se olvidaron de las causas, se olvidaron del comienzo.
De tanto brillo se olvidaron de la noche, de tantas flores se olvidaron del hielo, de tanta riqueza se volvieron pobres.
El trabajo cotidiano los volvió ambiciosos, las conversaciones se volvieron toscas, y los líderes se alejaron.
El paisaje se había vuelto secundario, los ideales quedaron para los ermitaños, y los artistas andaban desorientados.
Era ya demasiado autismo… era ya mucha negación, había un olvido profundo! incluso el pueblo se había olvidado lo mas obvio: que sus suelos estaban moldeados por volcanes.
Y así habló la tierra… explotó… suave, apenas un bostezo… pero su poder lo volvió un pueblo chico.

Los hizo sentir a todos como pequeños duendes, las riquezas perdieron sentido, y el vecino comenzó a tener un nombre.
A uno y otro los transformó en amigos.
El paisaje se tiñó parejo, y a los pocos días de tanto extrañarlo se pusieron a mimarlo.
Y ese mimo hizo lo suyo, porque el poder lo tiene el amor y no el olvido.
Caló profundo, llegó a la mesa del domingo.
Cada lágrima fue sostenida por un abrazo.
Se les embarró el frente…
Y se dieron cuenta que habían dejado el jardín de atrás muy descuidado.
Con la arena lastimando sus manos, comprendieron que UNO solo no podía.
Entonces las conversaciones dejaron de ser toscas, el esfuerzo fue triple, los ermitaños se sumaron, los artistas y los líderes renacieron.

Y hoy con sobresaltos, inmaduros y desprolijos, sin experiencia en este sentir comunitario pero con muchas ANSIAS de poder hacerlo:
Se unieron, se miramos, suspiraron para comprenderse
Hay un idioma sin palabras que basta para ponerse hombro a hombro.
Había algo mas profundo en su esencia y esa fuerza los hizo resurgir de las cenizas.
Ese poder les recordó las raíces, les volvió los pies a la tierra, el respeto a cada “duende”.
Y hoy… aún falta tanto…
Pero hace días que duermen profundo, cansados, y se levantan con mas ganas de verse la cara.
Tienen entusiasmo de mezclar nuevas palabras, tienen intenciones de cambiar lo cotidiano.
Cuando caminan por la calle se cruzan… y ven en sus ojos esa luz que los sostiene y los une.
Es difícil, aún están sufriendo, aún hay que hacer mucho en el jardín del fondo, hay que nivelar el suelo y fertilizar la tierra.
Pero cada uno debe hoy decir en voz alta lo que el corazón le murmura, porque eso es lo que quiere oír el que camina a su lado.

Érase una vez una historia simple… que por suerte, dejó de serlo.

Vanesa Vicente (Red Solidaria Bariloche)
DNI 23.829.203
 

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